"Existe en la vigilancia, más exactamente en la mirada de los que vigilan, algo que no es ajeno al placer de vigilar y al placer de vigilar el placer. Igualmente, he insistido en los mecanismos de rebote. Por ejemplo, las explosiones de histeria que se manifestaron en los hospitales psiquiátricos de la segunda mitad del siglo XIX han sido un mecanismo de rebote, una respuesta al ejercicio mismo del poder psiquiátrico: los psiquiatras recibieron el cuerpo histérico de sus enfermos en pleno rostro, sin quererlo e incluso sin saber cómo es que ocurría esto." Michel Foucault en «Las relaciones de poder penetran en los cuerpos»
Esto se debe entender a partir de la instauración de un poder que se ejerce sobre el cuerpo mismo. Las relaciones de poder pueden penetrar materialmente en el espesor mismo de los cuerpos, sin tener incluso que ser sustituidos por la representación de los sujetos.
Si el poder hace blanco en el cuerpo no es porque haya sido con anterioridad interiorizado en la conciencia de las personas. Existe una red de bio-poder, de somato-poder que es, al mismo tiempo, una red a partir de la cual nace la sexualidad como fenómeno histórico y cultural, en el interior de la cual nos reconocemos y nos perdemos a la vez.
Este autor reelabora la teoría del poder que muchas veces, según el modelo impuesto por el pensamiento jurídico filosófico de los siglos XVI y XVII, ha sido reducido al concepto de soberanía. En contra de este privilegio del poder soberano, ha intentado hacer un análisis hacia otra dirección.
Entre cada punto del cuerpo social, entre el hombre y la mujer, en la familia, entre el maestro y su alumno, entre el que sabe y el que no sabe, transcurren relaciones de poder que no son la pura y simple proyección del poder soberano sobre los individuos.
La familia, incluso la actual, no es una simple prolongación del poder estatal en relación a los niños; tampoco el macho es el representante del Estado en relación a la mujer. Para que el Estado funcione como funciona, se hace necesario que entre el hombre y la mujer, entre el adulto y el niño, haya unas relaciones de dominación muy específicas, que tienen su propia configuración y una relativa autonomía.
Tal vez, sería cuestión de pensar en que si la naturaleza del ser humano tiene todo lo bueno y lo malo que podamos imaginar, deberíamos encontrar un equilibrio entre las necesidades colectivas e individuales, sin que ninguna postergue a la otra.
Análogamente he escuchado hace algunos días sobre la frase que dice que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen algo así como que los pueblos tienen a los gobiernos que se le parecen...
Al cuerpo social e individual lo hacemos y lo padecemos.
Si el poder hace blanco en el cuerpo no es porque haya sido con anterioridad interiorizado en la conciencia de las personas. Existe una red de bio-poder, de somato-poder que es, al mismo tiempo, una red a partir de la cual nace la sexualidad como fenómeno histórico y cultural, en el interior de la cual nos reconocemos y nos perdemos a la vez.
Este autor reelabora la teoría del poder que muchas veces, según el modelo impuesto por el pensamiento jurídico filosófico de los siglos XVI y XVII, ha sido reducido al concepto de soberanía. En contra de este privilegio del poder soberano, ha intentado hacer un análisis hacia otra dirección.
Entre cada punto del cuerpo social, entre el hombre y la mujer, en la familia, entre el maestro y su alumno, entre el que sabe y el que no sabe, transcurren relaciones de poder que no son la pura y simple proyección del poder soberano sobre los individuos.
La familia, incluso la actual, no es una simple prolongación del poder estatal en relación a los niños; tampoco el macho es el representante del Estado en relación a la mujer. Para que el Estado funcione como funciona, se hace necesario que entre el hombre y la mujer, entre el adulto y el niño, haya unas relaciones de dominación muy específicas, que tienen su propia configuración y una relativa autonomía.
Tal vez, sería cuestión de pensar en que si la naturaleza del ser humano tiene todo lo bueno y lo malo que podamos imaginar, deberíamos encontrar un equilibrio entre las necesidades colectivas e individuales, sin que ninguna postergue a la otra.
Análogamente he escuchado hace algunos días sobre la frase que dice que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen algo así como que los pueblos tienen a los gobiernos que se le parecen...
Al cuerpo social e individual lo hacemos y lo padecemos.
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