El 6 y 9 de agosto de 2005 se conmemorará el 60° aniversario del bombardeo atómico sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki respectivamente, ocurridos en 1945. Más de 150.000 personas perdieron la vida al instante, y miles más murieron como consecuencia de las heridas producidas por las explosiones y enfermedades relacionadas con la radiación.
“Explosión accidental en un depósito de armas”
Así refirió el ejército de Estados Unidos a su primer ensayo nuclear detonando la bomba Trinity (19 kilotones o 19 mil toneladas de TNT). El ultrasecreto y millonario Proyecto Manhattan que asesinó luego en apenas segundos (y en los años subsiguientes) a miles de vidas, se había puesto en marcha y tiene hoy consecuencias humanitarias, sociales y políticas que evidentemente, pocos pueblos están interesados en observar. Habiendo terminado la Guerra Fría, para las élites poderosas de algunos gobiernos, el peligro está latente y diría más bien, que se ha incrementado por la inseguridad que genera “el enemigo desconocido”, siempre oportunamente llamado con el rótulo de terrorista; así como ha aumentado el número de países que poseen armas nucleares y el interés por desarrollar aún más estas mortíferas tecnologías.
“...y un sol gigantesco de color verde, que en una fracción de segundo se elevó a una altura de más de 2 mil 500 metros, y que se alzó cada vez más hasta alcanzar las nubes, iluminando el cielo y la tierra a su alrededor, todo con brillo cegador...” “Impulsada hacia arriba, ascendió una enorme bola de fuego de aproximadamente un kilómetro y medio de diámetro, que en su impetuoso ascenso iba cambiando de color, desde el púrpura oscuro hasta un tono anaranjado... Parecía como si estuviésemos asistiendo al instante de la Creación en que Dios pronunció aquellas palabras: 'Hágase la luz'.” Describió en un informe el científico William L. Lawrence, testigo del espectáculo de Trinity.
El físico Julius Robert Oppenheimer, jefe del proyecto y uno de los padres de la bomba mal llamada atómica, recitó un poema del Bahavad Guita: "Ahora me he convertido en la muerte... destructora de mundos". Kenneth Bainbridge, director de la prueba, fue más explícito: "Ahora todos somos unos hijos de puta".
El 6 de agosto de 1945 un comentarista de radio estadounidense dijo: "La fuerza de la que extrae su potencia el Sol ha sido lanzada contra quienes encendieron la guerra en Oriente". En Hiroshima, 100 mil civiles se derritieron como si, en efecto, el sol hubiera caído sobre sus cabezas. Escarmiento que debía ser aún más duro: en Nagasaki, 36 mil más corrieron la misma suerte tres días después.
Han pasado tan solo 60 años y para el 2000, EEUU contaba con 7 mil 960 bombas nucleares, (la mitad montadas en submarinos estratégicos) y en 103 plantas de desechos nucleares más varios laboratorios de armas, unas 77 mil toneladas de uranio enriquecido. Sólo 60 años y la humanidad parece haber olvidado todo.









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